He sido profesor de yoga durante más de 20 años. A través de mi viaje personal, enfrentando una dolorosa separación y la alienación de mis hijos, experimenté un sufrimiento profundo. En un momento crucial, tomé una decisión clara: necesitaba y quería dejar de sufrir, aunque mis circunstancias no hubieran cambiado.

Descubrí que era posible vivir sin sufrimiento. Me di cuenta de que mi dolor residía en mi mente y que, al reconocer, comprender, encarnar, sentir, expresar, rendirme y, finalmente, aceptar mi dolor, podía transformarlo. Transmuté el dolor que llevaba dentro en perdón, amor y compasión, primero hacia mí mismo y luego hacia los demás.

A través de este proceso, aprendí a vivir de manera auténtica. Recuperé mi sentido del ser de una manera que nadie ni nada podría arrebatarme. Descubrí la profunda humanidad que existe en abrazar nuestras vulnerabilidades, y fue desde esta experiencia profundamente humana que encontré la paz, una paz que solo surge desde dentro.

Ahora, acompaño a otros en sus caminos hacia la autenticidad. Creo que, al abrazar y encarnar plenamente la totalidad de nuestra experiencia humana—nuestras alegrías y tristezas, nuestros triunfos y fracasos—podemos encontrar plenitud. Es al convertirnos plenamente humanos que tocamos lo divino y experimentamos la verdadera paz.